[Por E.H.L. para La Semana]
“La chancha se puso a mear”, dijo Bernardo.
Félix acoto de inmediato “…se esta poniendo lindo…”, mientras movía el caballo al escaque f6.
Yo, que había llegado al “Café de los Jueves” con la idea de relajarme, ya que mi cabeza retumbaba como bombo leguero, no entendí bien cual era el origen ni el destino de ese intercambio verbal.
Daniel, que mascullaba su alfajor y espolvoreaba maicena sobre el tablero, mantuvo la concentración para realizar su movimiento sin percatarse de mi llegada.
Omar, que supo interpretar mi desconcierto me dijo: Bernardo intenta desconcentrar a Félix y este se da el lujo de dividir su cerebro y le contesta con doble sentido.
¿Doble sentido? Pregunté y agregué: no comprendo uno y vos me hablas de dos. Estábamos en eso cuando llegó José y Freddy vino por el pedido.
Félix dijo luego de la movida de Daniel: querido profesor, en tres jugadas le clavo la Dama, dicho esto con el mayor respeto, y en seis deberá Ud. inclinar su Rey.
La cara de Daniel se transformo y sus ojos buscaron velozmente la razón de tal afirmación, mientras el reloj avanzaba, y todos nosotros esperamos la definición de la osadía, Félix expreso una maliciosa sonrisa y cuando la aguja cayó, ante la inacción de Daniel, Félix analizo: ahora venía Ag5 y a h3, sigue Ah5, Dd2, y Ab4 y después de cambiar Damas el peón no se puede detener y corona.
Bernardo, que de ajedrez no sabía nada dijo burlonamente: Yo no intercambio damas y en este país no hay peón que se corone.
José saludo a Félix por el “brillante triunfo” y le dijo a Daniel: estimado profesor ha caído Ud. en las sutilezas del maestro “combineta”, cuya argucia fue distraerlo.
Daniel miraba el tablero atónito y no podía comprender cual era la combinación victoriosa. José le aclaro la situación: Tan concentrado estaba Ud. que no vio que a Félix se le había caído la aguja e invento una inexistente combinación con el único propósito de que no mirase el reloj y no advirtiera tal situación.
¡Ah!, dijo Bernardo, no sabía que en el ajedrez se podía hacer trampas.
Félix, que bebía su coñac con la satisfacción de los perversos, como gato bajo la jaula, afirmó dirigiéndose a Bernardo: no hay actividad humana donde no se pueda engañar a nuestro oponente, aún en las menos imaginadas, y sino, no hace falta más que mirar a nuestro alrededor y ver cual es el comportamiento de nuestros compatriotas, y agregó, vale decir, de todos nosotros y en cuestiones más vitales que un simple juego. Pero, continuó, hay ejemplos que nos alegran la vida, la vivifican. El domingo se jugo la final de Roland Garros entre el suizo Federer y el mallorquín Nadal. Nadal no es un jugador demasiado estimado en el circuito, por sus constantes demostraciones de superioridad tenística, traducidas estas y según sus colegas, en una falta total de humildad, ya que festeja sus victorias con desmesurados, vehementes y estentóreos ademanes y piruetas. Pero en esta oportunidad su triunfo fue tan categórico y contundente que el público espectador fue acallando la algarabía, propia de una final esperada entre los máximos tenistas actuales, al ver que no había equivalencia. Todos esperaban y alentaban la recuperación de Federer que se insinuó, apenas, en el segundo set. Inesperadamente, cuando Nadal logro la victoria, no hubo festejo desmesurado, sino, apenas una sonrisa de satisfacción. Afloró el legendario espíritu agonal en este extraordinario deportista español. Estaba afectado por la derrota de su ídolo. Y al primer requisitorio periodístico dejo el reconocimiento que solo los más grandes pueden hacer. Dijo: felicito a Federer, quien mantiene la hidalguía tanto en el triunfo como en la derrota y todos lo necesitamos. Creo, prosiguió Félix, que más allá de su cuarta coronación consecutiva en el abierto francés, Nadal gano el premio más importante, que fue vencer su propia temeridad.
Félix extendió su brazo y lo apoyo sobre el hombre de Daniel. Fue solo una broma, dijo y agregó, te pido disculpas.
Daniel sonrió con ánimo amigable y recordó esta breve anécdota. Dijo: cuando el Gobierno de Bush persiguió a Bobby Fischer por haber jugado con Spassky en la bloqueada y otrora Yugoslavia, Spassky dirigió una carta al Presidente de EEUU y le dijo en ella: Sr. Presidente, yo también soy culpable, de tal modo que enciérreme a mi también, pero en la misma celda y tablero de ajedrez por medio.
Félix acoto de inmediato “…se esta poniendo lindo…”, mientras movía el caballo al escaque f6.
Yo, que había llegado al “Café de los Jueves” con la idea de relajarme, ya que mi cabeza retumbaba como bombo leguero, no entendí bien cual era el origen ni el destino de ese intercambio verbal.
Daniel, que mascullaba su alfajor y espolvoreaba maicena sobre el tablero, mantuvo la concentración para realizar su movimiento sin percatarse de mi llegada.
Omar, que supo interpretar mi desconcierto me dijo: Bernardo intenta desconcentrar a Félix y este se da el lujo de dividir su cerebro y le contesta con doble sentido.
¿Doble sentido? Pregunté y agregué: no comprendo uno y vos me hablas de dos. Estábamos en eso cuando llegó José y Freddy vino por el pedido.
Félix dijo luego de la movida de Daniel: querido profesor, en tres jugadas le clavo la Dama, dicho esto con el mayor respeto, y en seis deberá Ud. inclinar su Rey.
La cara de Daniel se transformo y sus ojos buscaron velozmente la razón de tal afirmación, mientras el reloj avanzaba, y todos nosotros esperamos la definición de la osadía, Félix expreso una maliciosa sonrisa y cuando la aguja cayó, ante la inacción de Daniel, Félix analizo: ahora venía Ag5 y a h3, sigue Ah5, Dd2, y Ab4 y después de cambiar Damas el peón no se puede detener y corona.
Bernardo, que de ajedrez no sabía nada dijo burlonamente: Yo no intercambio damas y en este país no hay peón que se corone.
José saludo a Félix por el “brillante triunfo” y le dijo a Daniel: estimado profesor ha caído Ud. en las sutilezas del maestro “combineta”, cuya argucia fue distraerlo.
Daniel miraba el tablero atónito y no podía comprender cual era la combinación victoriosa. José le aclaro la situación: Tan concentrado estaba Ud. que no vio que a Félix se le había caído la aguja e invento una inexistente combinación con el único propósito de que no mirase el reloj y no advirtiera tal situación.
¡Ah!, dijo Bernardo, no sabía que en el ajedrez se podía hacer trampas.
Félix, que bebía su coñac con la satisfacción de los perversos, como gato bajo la jaula, afirmó dirigiéndose a Bernardo: no hay actividad humana donde no se pueda engañar a nuestro oponente, aún en las menos imaginadas, y sino, no hace falta más que mirar a nuestro alrededor y ver cual es el comportamiento de nuestros compatriotas, y agregó, vale decir, de todos nosotros y en cuestiones más vitales que un simple juego. Pero, continuó, hay ejemplos que nos alegran la vida, la vivifican. El domingo se jugo la final de Roland Garros entre el suizo Federer y el mallorquín Nadal. Nadal no es un jugador demasiado estimado en el circuito, por sus constantes demostraciones de superioridad tenística, traducidas estas y según sus colegas, en una falta total de humildad, ya que festeja sus victorias con desmesurados, vehementes y estentóreos ademanes y piruetas. Pero en esta oportunidad su triunfo fue tan categórico y contundente que el público espectador fue acallando la algarabía, propia de una final esperada entre los máximos tenistas actuales, al ver que no había equivalencia. Todos esperaban y alentaban la recuperación de Federer que se insinuó, apenas, en el segundo set. Inesperadamente, cuando Nadal logro la victoria, no hubo festejo desmesurado, sino, apenas una sonrisa de satisfacción. Afloró el legendario espíritu agonal en este extraordinario deportista español. Estaba afectado por la derrota de su ídolo. Y al primer requisitorio periodístico dejo el reconocimiento que solo los más grandes pueden hacer. Dijo: felicito a Federer, quien mantiene la hidalguía tanto en el triunfo como en la derrota y todos lo necesitamos. Creo, prosiguió Félix, que más allá de su cuarta coronación consecutiva en el abierto francés, Nadal gano el premio más importante, que fue vencer su propia temeridad.
Félix extendió su brazo y lo apoyo sobre el hombre de Daniel. Fue solo una broma, dijo y agregó, te pido disculpas.
Daniel sonrió con ánimo amigable y recordó esta breve anécdota. Dijo: cuando el Gobierno de Bush persiguió a Bobby Fischer por haber jugado con Spassky en la bloqueada y otrora Yugoslavia, Spassky dirigió una carta al Presidente de EEUU y le dijo en ella: Sr. Presidente, yo también soy culpable, de tal modo que enciérreme a mi también, pero en la misma celda y tablero de ajedrez por medio.
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