sábado, 6 de diciembre de 2008

El hombre de la bolsa

[EL CAFE DE LOS JUEVES]
Por E.H.L. para La Semana
Si los días se siguen alargando me voy a ir a dormir con los anteojos de sol, dijo Bernardo al tomar asiento en "su silla".
Por lo menos hasta el veintiuno de diciembre, acotó Daniel y agregó: y si amanece frío como el miércoles con "breto" te vas a tener que acostar.
José intervino: No me van a decir que el tema de conversación será el clima que me rajo. Dicen, encaró Omar, que cuando no hay tema se habla del tiempo.
Eso es relativo, dijo Félix y agregó: después del tsunami de que otra cosa podría hablar la gente.
Bien, pregunté, anticipándome: ¿Cuál será el tsunami nuestro de cada semana? Félix levantó su mano como el mejor alumno y dijo: Yo, señor profesor. Agregó por lo bajo, como me gustaría ser otra vez alumno. Continuó: Estamos en el G20, se dieron cuenta, preguntó. Es como haber dejado el fútbol aficionado y ascendido a la división B nacional, aclaró, digamos un "per-saltum".
A sí, ironizó Bernardo, dejamos de ser patio trasero del Tío San para ser el baldío de los Brasucas.
Félix se echó a reír y le dijo a José a modo de advertencia; te patié por debajo de la mesa, y sentenció, siempre hay un gil que se sube al carro. Por esa razón use la alegoría futbolera, si después de todo ellos son penta campeones y nosotros, apenas, bi, y encima anoche nos ganaron la Sudamericana.
Ciertamente, dijo Daniel con fingido refinamiento y picardía, yo prefiero una garota que una rubia de New York. Omar dijo en tono conciliador: vamos allá y hablamos, decimos lo nuestro, pero de allí a que nos den bola, habrá que ver.
"Otro tema" dije: El dólar. "Sube, sube, sube las espumita…" tarareo Bernardo ese vieja publicidad, y agregó, se va ir acomodando a los valores inflacionarios. Pero pensando un poco y ya que tanto se habla de la globalización, ¿qué pasaría si tuviéramos una moneda única? Nadie podría especular, al menos con la guita. El ahorro es la base de la fortuna, decía una publicidad de la Caja Nacional de Ahorro, hace cincuenta años, pero aquí, en nuestro querido país, para la mayoría de la masa laboral, que nada sabe de especulaciones, el ahorro se convirtió en infortunio. Un tío mío enfermó y para subsistir vendió su casa y una quinta que tenía en La Reja, con la ingenua ilusión que depositándola en un banco y a la tasa de interés ofrecida podría armarse de un ingreso digno; en seis meses se dio cuenta que tenía que decidir entre comer o pagar los servicios. Tuvo suerte, sin embargo, se murió dos meses después. Esto que cuento, prosiguió Bernardo, ocurrió en la década del setenta y se fue repitiendo con sus infinitas variantes hasta nuestros días. Y concluyó; la plata no se quema ni desaparece, cuando muchos pierden todo, empujados a la rueda de la especulación, unos pocos se quedan con todo. Justamente, dijo Félix, y eso nadie lo va a cambiar.
José llamó a Freddy y pidió una ronda para todos. Lo miramos sorprendidos. Dijo: cuando era niño los mayores me reprendían y me asustaban con el hombre "…de la bolsa" y no imagine jamás que llegado al otro extremo de la vida me seguiría metiendo miedo los mismos tipos. De tal modo que bebámonos todo hoy, que mañana será otro día.
En la luminosa tarde del Café de los Jueves y en el mes de los festejos repetimos las rondas chocando nuestras copas, pocillos y alfajores sin pensar en nada.

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