[El Café de los Jueves]
Por E.H.L.
Por E.H.L.
“Para un agudo observador la profun-didad se manifiesta en la superficie”, dijo Félix como rémora de una cita, mientras echaba un trago de su copa de coñac.
Muy interesante, acotó Daniel, quitando de su envoltura un alfajor de maicena, sobre todo por el amplio abanico de aplicaciones a la que se puede someter tal afirmación.
Sentados a nuestra mesa del “Café de los Jueves”, y luego de un brindis por la fecha patria, Félix había deslizado esa sentencia con un propósito que aclara-ría a su debido tiempo y en la medida que alguno de nosotros indagara sobre la cuestión. Entretanto pensé que las palabras, su entramado complejo, su acentuación, tanto como la enfatización del enunciante pueden producir inter-pretaciones tan diferentes que el idioma, como vehículo de comunica-ción, suele entramparnos de las maneras más disímiles.
Bernardo, Omar y José fingían no darse por enterados y no dejaban a Félix jugar el juego que más le gustaba. No obstante Bernardo dijo: Seguí tanto como pude el debate de la Cámara de Diputados y pude escuchar, tanto del oficialismo como de la oposición, algunas argumen-taciones francamente lúcidas.
Félix comenzó a relajarse y entrar en la situación esperada. Preguntó entonces a Bernardo: ¿Llegaste a alguna conclusión?
A varias respondió Bernardo. Y agregó: por orden de importancia diría que resulta difícil que nosotros, como ciudadanos, no habituados a los debates políticos, podamos comprender que es lo que se discute, sobre todo cuando las variantes sobre el mismo punto aparecen de maneras tan encontradas.
No te olvides que se trata de cuestiones políticas, apuntó Félix.
Precisamente, continuó, Bernardo, cuando se pone por delante las mezquindades y el propósito malicioso de arriar para provecho propio, cualquier discusión se aparta del objetivo principal y toma por caminos tan tortuosos que quienes tenemos la necesidad de saber para esclarecernos sucumbimos en la confusión que se nos propone.
Bien, dijo Félix, mientras se acomodaba en la silla, se trata entonces de echar luz sobre aquellos puntos o actitudes que manifiestan más claramente los tonos discordantes, ya que, como bien señalaste, algunos oradores fueron lo suficientemente claros más allá que sus posiciones fueran opuestas. Cuando el Ejecutivo, continuó Félix, decidió enviar el Congreso la resolución 125, bajo la consigna “…a la democracia pongámosle más democracia…”, aceptando el reclamo de las entidades afectadas por la medida, los represen-tantes de las mismas tuvieron, primero, una rápida satisfacción, pero cuando advirtieron que en la Cámara baja el oficialismo contaba con la mayoría comenzaron con las presiones y llegaron a hablar de “…obediencia debida…”, expresión que remite perversamente a un pasado tan nefasto para nuestra historia reciente y advertencias tan maliciosas como que quienes votaran la resolución “…sepan que tendrán que volver a sus provincias…”. La votación fue reñida y el oficialismo ganó por votos propios y ajenos. Y nuevamente los líderes de las entidades se manifestaron satisfechos por el estrecho margen que obtuvo el oficialismo.
Félix bebió un trago de coñac y continuó: Vale aclarar que la reso-lución 125 fue flexibilizada, sin embargo, tampoco satisfizo a los involucrados. Y volvieron a manifes-tarse sobre los senadores que deberán resolver y convertir en ley o rechazar el proyecto del Ejecutivo. El incidente con Felipe Solá, la agresión por parte de otro integrante de su propia bancada, por su posición disidente, como las pintadas tildando de “asesino” a Reutemann, demuestran la intole-rancia de unos y otros. Tanto Solá como Reutemann, ambos gobernadores en su momento de dos de las provincias más importantes de nuestro país, como Julio Cobos, Vicepresidente de la Nación, han mostrado divergencias respectos al proyecto de ejecutivo, lo que demuestra o debería demostrar que el gobierno porta en su seno lo más preciado de la institución democrática: el disenso. Si el gobierno concreta su lineamiento nadie podrá decir que se trata de “absolutismo”. Pero aún queda la instancia judicial, que es otra la las instituciones de la democracia, de tal manera que algunos payados mediá-ticos tendrán que tragar su propia medicina y dejar de hablar despec-tivamente de “nuestra democracia”.
Muy interesante, acotó Daniel, quitando de su envoltura un alfajor de maicena, sobre todo por el amplio abanico de aplicaciones a la que se puede someter tal afirmación.
Sentados a nuestra mesa del “Café de los Jueves”, y luego de un brindis por la fecha patria, Félix había deslizado esa sentencia con un propósito que aclara-ría a su debido tiempo y en la medida que alguno de nosotros indagara sobre la cuestión. Entretanto pensé que las palabras, su entramado complejo, su acentuación, tanto como la enfatización del enunciante pueden producir inter-pretaciones tan diferentes que el idioma, como vehículo de comunica-ción, suele entramparnos de las maneras más disímiles.
Bernardo, Omar y José fingían no darse por enterados y no dejaban a Félix jugar el juego que más le gustaba. No obstante Bernardo dijo: Seguí tanto como pude el debate de la Cámara de Diputados y pude escuchar, tanto del oficialismo como de la oposición, algunas argumen-taciones francamente lúcidas.
Félix comenzó a relajarse y entrar en la situación esperada. Preguntó entonces a Bernardo: ¿Llegaste a alguna conclusión?
A varias respondió Bernardo. Y agregó: por orden de importancia diría que resulta difícil que nosotros, como ciudadanos, no habituados a los debates políticos, podamos comprender que es lo que se discute, sobre todo cuando las variantes sobre el mismo punto aparecen de maneras tan encontradas.
No te olvides que se trata de cuestiones políticas, apuntó Félix.
Precisamente, continuó, Bernardo, cuando se pone por delante las mezquindades y el propósito malicioso de arriar para provecho propio, cualquier discusión se aparta del objetivo principal y toma por caminos tan tortuosos que quienes tenemos la necesidad de saber para esclarecernos sucumbimos en la confusión que se nos propone.
Bien, dijo Félix, mientras se acomodaba en la silla, se trata entonces de echar luz sobre aquellos puntos o actitudes que manifiestan más claramente los tonos discordantes, ya que, como bien señalaste, algunos oradores fueron lo suficientemente claros más allá que sus posiciones fueran opuestas. Cuando el Ejecutivo, continuó Félix, decidió enviar el Congreso la resolución 125, bajo la consigna “…a la democracia pongámosle más democracia…”, aceptando el reclamo de las entidades afectadas por la medida, los represen-tantes de las mismas tuvieron, primero, una rápida satisfacción, pero cuando advirtieron que en la Cámara baja el oficialismo contaba con la mayoría comenzaron con las presiones y llegaron a hablar de “…obediencia debida…”, expresión que remite perversamente a un pasado tan nefasto para nuestra historia reciente y advertencias tan maliciosas como que quienes votaran la resolución “…sepan que tendrán que volver a sus provincias…”. La votación fue reñida y el oficialismo ganó por votos propios y ajenos. Y nuevamente los líderes de las entidades se manifestaron satisfechos por el estrecho margen que obtuvo el oficialismo.
Félix bebió un trago de coñac y continuó: Vale aclarar que la reso-lución 125 fue flexibilizada, sin embargo, tampoco satisfizo a los involucrados. Y volvieron a manifes-tarse sobre los senadores que deberán resolver y convertir en ley o rechazar el proyecto del Ejecutivo. El incidente con Felipe Solá, la agresión por parte de otro integrante de su propia bancada, por su posición disidente, como las pintadas tildando de “asesino” a Reutemann, demuestran la intole-rancia de unos y otros. Tanto Solá como Reutemann, ambos gobernadores en su momento de dos de las provincias más importantes de nuestro país, como Julio Cobos, Vicepresidente de la Nación, han mostrado divergencias respectos al proyecto de ejecutivo, lo que demuestra o debería demostrar que el gobierno porta en su seno lo más preciado de la institución democrática: el disenso. Si el gobierno concreta su lineamiento nadie podrá decir que se trata de “absolutismo”. Pero aún queda la instancia judicial, que es otra la las instituciones de la democracia, de tal manera que algunos payados mediá-ticos tendrán que tragar su propia medicina y dejar de hablar despec-tivamente de “nuestra democracia”.
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