sábado, 21 de junio de 2008

EL CAFE DE LOS JUEVES

Cachá los libros que no muerden
Por E.H.L. para La Semana
Félix movía, con un elegante y repetido giro de muñeca, su copa de coñac. Pensaba o fingía pensar. Yo lo observaba con un añejo gesto de sorpresa, ya que conocía muy bien el significado de ese acto y la larga parrafada que vendría luego. Dijo entonces, después de beber un trago de coñac: Recuerdo cuando Alfonsin en l988 le retuvo al campo el cincuenta por ciento de mil doscientos millones de dólares que ingresaron por la exportación de granos y que fueron liquidados por la cartera de economía, apenas unos días después, cuando, por la sequía en EEUU, se disparo el precio de los granos. Los agricultores no esperaban esa suba, ni soñando, por lo que la quita no los afectaba en lo más mínimo. El resultado fue que el Presidente de la Nación no fue a la apertura de la Exposición Rural, en Palermo, cuya concurrencia, de todos modos, no dejó pasar la oportunidad de abuchear y maldecir, en varios idiomas, a todo el Ejecutivo, Legislativo y a quien se le ocurriera.
Hizo una pausa y me preguntó si yo me acordaba.
Le respondí afirmativamente con un gesto de cabeza, mientras pensaba cuan lejos en el tiempo nos llevaría esta diatriba.
Félix continuó. Fue el principio del fin, el gobierno de Alfonsin se perdió la oportunidad de hacer la reforma del Estado cuando ganó las legislativas del 85 por más votos que en el 83 y su gestión comenzó a decaer hasta que las presiones de los grupos económicos impulsaron la inflación, el desabaste-cimiento de combustible entre otros y después de las elecciones de mayo del 89 tuvo que dejar el gobierno seis meses antes, porque no puede haber goberna-bilidad posible cuando entre las elecciones y la asunción del nuevo gobierno hay semejante brecha.
Aproveché la nueva incursión de Félix sobre su copa de coñac y le pedí a Freddy otro cortado.
Félix prosiguió: El Pacto de Olivos, más allá de toda adjetivación fue un juego político válido entre un ex mandatario y un presidente en ejercicio, quienes representaban a las dos fuerzas políticas mayoritarias. El resultado fue la reforma constitucional. Entre las modificaciones se redujo el período de ejercicio de seis a cuatro años porque, se argumentó, seis años resultaban muchos para sostener un mandato pobre, pero cuatro más una reelección estaba más acorde para un buen gobierno. Tanto Alfonsin como Menem padecieron los arrestos a la que toda transición de un poder de facto a uno constitucional y democrático se expone. El 87 de los carapintadas y el 89 de La Tablada y el del 90 de Seineldín. Del gobierno de De la Rua poco se puede decir, más allá que se fue solo por susto al ruido de cacerolas.
Le pregunté a Félix si faltaba mucho ya que me impacientaba no saber cual era el punto ante tanta descripción arto conocida.
“Sensa nervi” dijo Félix. Y agregó: El sistema democrático nos pone frente a la disyuntiva de tener que aceptar las pautas que nos imponga, por la propia impronta de sus atribuciones constitu-cionales, aquel que ha sido elegido por sufragio mayoritario, sobre todo si el elegido no ha sido aquel por el que nosotros optamos. Pero los ámbitos institucionales son aquellos donde, los sectores de la vida política minoritaria, negocian sus derechos. Esto que señalo, continuó Félix, tan obvio, parece que no ha sido comprendido debidamente. Un detalle, si se quiere anecdótico: En estos días en Chile donde gobierna un partido de centro izquierda se reprimió una manifestación estudiantil, donde se detuvieron a más de 160 mani-festantes. Aquí, cualquiera y por los motivos menos significativos se toman escuelas, se cortan calles, puentes, rutas y el gobierno no ha intervenido desde el 2003 y no lo ha hecho, no por debilidad, sino por metodología. Pero lo perverso de este asunto es que los grandes y poderosos medios de comuni-cación ejercen la libertad de empresa, que no significa otra cosa que mantener sus prerrogativas que no son otras que desinformar, confundir a través de sus voceros más expertos, dándole pantalla y micrófono a quienes admiten y demuestran un total desconocimientos de los mecanismos institucionales, perturbando constantemente y por defensa de intereses mezquinos. Y los opositores, integrantes de las institu-ciones, quienes deberían mantener la mesura que la hora actual necesita, lejos de ello, agravian maniqueamente. Y si para muestra basta un botón te cuento esto: La diputada Duhalde amenazó en estos días, frente a la resolución 125 que el Ejecutivo envió al congreso y que es el meollo de todo este entuerto, “que piensen bien los legisladores oficialistas como van a votar, porque la gente los estará viendo y tendrán que regresar a sus ciudades”.
El “Café de lo Jueves” volvió a cobrar su luminosidad cuando vi llegar a José, Daniel, Bernardo y Omar.

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