"Nadie sabe lo que puede un cuerpo"
La frase –repetida en la presentación por Eva Giberti- es del filósofo Spinoza, y resume lo que ocurrió el sábado pasado en uno de los momentos más emocionantes en la Feria del Libro.

En el día récord de público, el evento cultural de la industria del libro que se desarrolló en La Rural de Palermo, vivió uno de los momentos más intensos en esta edición.
Ante un auditorio colmado se presentó “Cuento con Alas” de la Editorial Lumen, un trabajo en el que las musicoterapeutas Patricia Knopf y Silvina Mansilla reunieron historias acerca de cómo el arte puede ayudar a superar las barreras que la sociedad suele levantar, que es lo que hace el proyecto Mundo Alas que está poniendo en práctica hace unos cuantos años León Gieco.
Esta vez en el marco de la presentación de “su” libro, músicos, comunicadores, pintores y bailarines con capacidades diferentes subieron al escenario de una de las salas de la Feria. Durante una hora y media de canciones de León y relatos de los artistas que lo acompañaban, dejaron -a los que tuvieron la fortuna de estar presentes (nosotros incluidos)- altamente sensibilizados y reflexionando.
El comprometido músico -en el distrito pudimos comprobar su sensibilidad cuando participó de un recital por el festejo de los 25 años de Copesel- confirmó además que se filmará una película sobre el grupo y que acababa de cerrar con EMI las negociaciones para lanzar un disco con el proyecto.
Luego presentó uno a uno a los protagonistas. Antes recibió la presentación en la voz del locutor oficial del grupo Raúl Romero, del hogar Don Orione de Claypole.
El primer tema fue “Cinco siglos igual”, lo hizo acompañado por Maximiliano Lemos, cantante de San Luis e integrante del Inadi, o mejor dicho -como en todos los temas- Gieco acompañó a sus presentados.
Le siguieron Carina Spina, santafesina y no vidente, pero que ve más allá de lo que pueden ver los ojos y lo expresó con su canto.
Con Francisco “Pancho” Chévez, del Hogar San Roque, se permitieron una conversación con toques de humor: “El predice todo. Ahora seguro que no le interesa lo que pasa acá porque ya está planeando su recital con Los Tipitos el 23 de mayo”, bromeó León. A Chévez lo conoció hace unos años cuando el muchacho le dijo en un recital a su ídolo que quería ser músico y famoso. Gieco le dio su armónica y ya compone canciones y grabó discos, acompañado por su amigo Beto que lo asiste porque Pancho no tiene brazos, al que en agradecimiento le compuso una canción que cantaron a dúo con León.
Contaron que Pancho llamó por teléfono a Kirchner y le dijo que si los rockeros tocaban en la Casa de Gobierno, él también tenía derecho a hacerlo. Después de insistir con los llamados y “quemarle” la cabeza al presidente terminaron tocando todos en la Rosada.
A Alejandro Davio lo conoció en el Hospital Garran en ocasión que Gieco consiguió un sofisticado aparato para los chicos hidrocefálicos, como lo fue Alejandro que soportó previamente diecisiete operaciones en la cabeza por no contar el hospital con ese aparato. El joven tiene cuatro discos editados y es uno de los creadores de la canción que será leitmotiv de la película en rodaje. Davio demostró que había valido la pena rescatar para siempre esa guitarra que una vez encontró guardada en el ropero.
Le siguió Carlos Mello, que los domingos conduce el programa Emociones, por FM La Boca. “No se olviden de nosotros en lo cotidiano, en las rampas de la vereda, en los colectivos, no queremos ser los desaparecidos de la actualidad”, requirió.
No todo fue canto. La compañía AMAR -Karina Amado, Nidia Scolzo, Lucrecia Pereyra Mazzara, Javier Trunzo y Eduardo Spasaro-, bailaron al ritmo del dos por cuatro. Mientras que Demián Frontera, bailarín del grupo ALMA, sobre su silla de ruedas interpretó el tema “La Memoria”. Completaron la fiesta los pintores sin manos Carlos Sosa y Antonella Semaán. Rosita y Estelita, dos chicas del Hogar San Roque, que mos-traron sus dotes en el arte fotográfico.
La actitud del público se mantuvo en férrea emoción, como ocurre cada vez que León y los suyos presentan el espectáculo. Y León se dio cuenta otra vez: “Mientras tocamos, suelo darme cuenta de que a pesar de toda la alegría que tenemos nosotros acá arriba, en el público hay gente que no puede evitarlo y se pone a llorar. Me parece que sucede porque se dan cuenta de que a veces desperdiciamos la vida quejándonos por estupideces”. Que más decir.
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