El café de los jueves

Cosecharas tu siembra
[Por E.H.L. para La Semana]

“Que puede la cruda y desnuda verdad frente a la brillante y pomposa mentira”.
Camino al “Café de los Jueves” despertó en mi memoria esa añeja y amarga reflexión transformada en interrogación retórica. Como quien despierta de un largo sueño donde “…el recuerdo orada las paredes del olvido…”, aquella epifonema se instaló en mi conciencia sin que pudiera precisar quien la había pronunciado. Finalmente, al llegar al bar, recordé: Andre Gide.
En la mesa de siempre y en amable tertulia José y Félix intercambiaban. “Araca la cana” dijo José cuando me vio llegar y luego agrego su habitual “…qué hay de nuevo…”.
Ustedes, respondí. Es la primera vez que los veo departir con tanta fruición, agregué. A mis espaldas sentí una estrepitosa risotada de Omar quien había llegado a hurtadillas y esperaba la oportunidad para hacer su triunfal entrada. Sin dejar de reír dijo: si te hubieras visto la cara y su gesticulación cuando sofocabas a estos dos con tu afirmación sorpresiva y categórica, te estarías riendo tanto como yo.
Ah bueno… dije, si se trata de reír, bien. Ja Ja Ji Ji.
José arremetió con un “Vamos pizzero viejo nomás”, y mirándome agrego una expresión verbal típica e indescifrable del más puro José, respecto a la acotación de Omar: “!Que factura Carlitos!”.
¿No tenes que ir a tus clases de tango?, le pregunté con una mirada imper-tinente y agregué, “creo que te están esperando”.
Vamos pibe, que todo es una broma, pero es hora de ir hacía mi tarea, dijo José, saludo y se fue.
Estuviste algo duro con el veterano, dijo Félix, y completó: no te bancas una joda o te esta pasando algo que no sabemos.
Bien dije, sí, me esta pasando algo: afirmo que no me doy cuenta y sí me banco las jodas.
Daniel y Bernardo llegaron y el último preguntó: ¿Qué paso con José que lo vimos llegar al Unión Progresista con una expresión de abatimiento?.
Este, dijo Félix y me señalo, que se cabreo por una broma de Omar y se la agarro con el tanguero. Daniel que traía su pack de alfajores dijo: Pasamos por el club y vimos el grupo que tiene José y comprobamos lo entusiastas que estaban.
Sí, aclaró Bernardo, y hay gente de nuestra edad pero también jóvenes, y agregó, Algunos practicaban con la música de Osvaldo Pugliese.
Se podían haber quedado, dije.
Uh, este está jodido, dijo Bernardo y preguntó: Te trajo Freddy tu cortado liviano, periodista, o te pido una ginebra.
Daniel presuroso me ofreció un alfajor y dijo: Lo mojas en la ginebra y te disipa toda la bruma.
Félix rió precavidamente, y Omar que había empezado todo el embrollo ensayo una tibia disculpa. Permanecí en silencio y adusto. Pensé que nada de todo aquello me había predispuesto, pero mis humores tomaron un atajo ruinoso e infantil. Salude y partí porque había malgastado un grato momento. Caminé rumbo a casa tratando de entender por qué razón los pensamientos se instalan de manera tan inadvertida, como una sombra que aparece en medio de una tarde soleada. Recordé que un amigo me había dicho, hacía ya mucho tiempo, que se necesitaba una mentira para vivir. Me pregunté entonces que su-puesta verdad me había detonado para convertir mi estabilidad emocional en un galpón de baratijas. Me dije: La precariedad humana. Y me vinieron encima toda una gama de frases que hubieron regido mi vida sin que haya podido comprender muy bien porque deje que ellas estructuraran mi existencia. “He conocido amores fugaces y dispersos como vapores, pero desconozco los densos sentimientos humanos”. “Si el mundo estuviera cubierto de oro, los hombres se harían matar por un puñado de tierra”. “El infierno, son los otros”. Entonces recordé un sueño juvenil. Yo era un Rey y mis guerreros habían triunfado en la batalla. Un súbdito entra a mi recamara y me avisa que el pueblo alborozado y lleno de gratitud reclama mi presencia. Yo le digo entonces, con expresión de abatimiento, al súbdito: Mi victoria es la derrota de otro hombre. Supe en ese instante que la bruma no se disiparía.